Por un lado, se quejan los políticos y la comunidad educativa de la poca implicación de los padres en la educación de sus hijos, haciendo que la escuela sea una segunda casa donde educarlos y eludiendo sus responsabilidades. Pero que haya padres que sí se interesan por sus hijos y que el estado no permita que puedan usar sus recursos para ayudarles a que sus capacidades estén aprovechadas, es mucho peor.
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